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martes, 2 de febrero de 2021

ANA Y LA CANCIÓN FUGAZ

Cuento perteneciente a "52 Retos de escritura para el 2021" de Literup

1.- Inventa un cuento que suceda en las estrellas.


Hace mucho tiempo, en un lugar muy lejano, había una pequeña estrella llamada Ana. 

Ana era joven, tan solo unos cuantos millones de años, nada comparado con aquellas blancas y naranjas estrellas a su alrededor.  

Vivía una vida tranquila, tal vez demasiado, sin preocupación alguna además de brillar, cosa que por supuesto, le salía natural. En realidad no había mucho que hacer, así que la mayor parte del tiempo intentaba platicar con las demás estrellas y aprendía mucho de las historias que contaban, pero también se sentía un poco desplazada cuando hablaban de cosas de las que ella no tenía idea. Era la más joven e inexperta y no podía evitar sentirse aburrida y sola a menudo.

—¿Recuerdas aquella vez cuando un desorientado asteroide nos pidió instrucciones? —dijo Josefina, una de las estrellas más ancianas.

—¡Oh si, lo recuerdo! —exclamó otra de ellas, Lilia—. Pobrecillo, fue tan divertido cuando casi colisiona contra ese gigantesco planeta anillado. 

—O esa vez en la que un grupo de estrellas viajeras pasó cerca de nosotras. 

—¡Esas estrellas! ¿No pueden quedarse en un sólo lugar? —se burló Olivia. 

—A mí me gustaría viajar con ellas. Debe ser emocionante recorrer el Universo —intervino Ana. 

Las demás la miraron severas. 

—¡Por el Sol! —exclamó Josefina escandalizada—. No quieres eso, niña. ¡Esas estrellas son unas mal vivientes! No saben comportarse, van de un lado a otro sin saber que hacer de sus vidas. 

—Es cierto, solo son un montón de inadaptadas. Gracias al Sol nos tienes a nosotras, vivimos una vida tranquila, sin preocupaciones, sin emociones fuertes ni esa... esa peligrosa curiosidad —dijo Lilia, estremeciéndose con sus propias palabras. 

Ana sabía que no podía discutir con las demás, así que a pesar de tener tantas cosas por decir, decidió callar y darles la razón—. Si. Gracias al Sol...

Al saber que la habían hecho entrar en razón, se dieron por bien servidas y continuaron con su plática.

"Gracias al Sol" Pensaba Ana. Mencionaban al "Sol todo poderoso" cada vez que podían. ¿Qué tal si había mas de un Sol ahí afuera? ¿Qué tal si habían cientos, miles de soles? ¿O ninguno? Estrellas de colores distintos, planetas de formas y texturas distintas, asteroides con comportamientos distintos... Una vida distinta.  

No era la primera vez que Ana hablaba de recorrer el Universo, pero siempre que lo hacía, las demás estrellas la miraban con desaprobación y pasaban horas y horas dándole sermones acerca de la responsabilidad y el compromiso. Ella siendo tan respetuosa nunca se atrevería a contradecirlas, mucho menos discutir con ellas. Si las estrellas lo decían, entonces tenían la razón.

Por supuesto nada de lo que ellas dijeran evitaría que continuara soñando con las maravillas que podría haber ahí afuera y esperando que algún día, gracias a un milagro, pudiera salir de ese aburrido lugar con esas aburridas estrellas que solo sabían dar regaños y hacerla a un lado por ser la más joven. 

Un buen día, una canción se escuchó a lo lejos, llamando la atención de todas las estrellas que allí se encontraban. 

—¡Lo que faltaba! Un grupo de esas malvivientes está por pasar sobre nosotras. 

—¡Justo cuando estaba por contar mi famosa historia del asteroide! 

Las viajeras se acercaban cada vez más y así también su canción. Ana sintió una punzada dentro de ella. ¡Eran ellas! ¡Las estrellas fugaces! Siempre había soñado con poder verlas, hablar con ellas acerca de sus emocionantes aventuras, saber sus increíbles historias... Hoy sin duda era un día irrepetible. 

Una de las frases de la canción la hizo reflexionar más que cualquier otra: "Pregúntate si eres feliz".

—¡Claro que soy feliz! —gruñó Josefina. 

—Querida, sólo ignóralas, no vale la pena siquiera mirarlas.

En ese momento cientos de estrellas viajeras volaron sobre ellas, cantando su canción y llenando todo a su paso con su luz. 

—Lo único que quieren es perturbar y transgredir a las estrellas jóvenes para llevarlas con ellas —añadió Olivia con un nudo en la garganta.

—Gracias al Sol nuestra pequeña Ana nunca caería en sus malignas redes. ¿No es así, cariño?

Pero Ana ya no estaba ahí. 

Las ancianas estrellas buscaron en el sempiterno lugar de Ana, miraron a su alrededor, echaron un vistazo hacia abajo pero no parecía estar en ninguna parte. 

—¡Ahí está! ¡Arriba! —señaló Lilia con un grito desgarrador. 

Todas miraron hacia arriba y vieron su luz azul acercándose cada vez más a la corriente de estrellas viajeras. ¿En realidad era Ana? Parecía brillar más que nunca, era irreconocible.

—¡Ana! ¡Regresa aquí! —gritó Olivia furiosa—. ¡No te atrevas a seguir avanzando! 

—¡Por el Sol Ana, piensa en tu futuro! —exclamó Josefina al borde de las lágrimas.

—¡Es muy peligroso! ¡Eres una estrella y las estrellas se quedan en su lugar! —gimoteó Lilia. 

Pero Ana no escuchaba, la canción fugaz llenaba su cabeza. Se sentía más brillante que nunca, llena de esperanzas, hambre de recorrer el Universo y por primera vez en millones de años, sintió que ser feliz era un derecho, no un lujo. 


—Zara Honey.




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